sábado, 19 de junio de 2010

BALADAS DEL RECUERDO EN INGLES


BALADAS DE ORO


BALADAS DE ORO DEL RECUERDO I - II

RICARDO PALMERIN

Ricardo Palmerín Pavía, trovador y compositor yucateco. Nació el 3 de Abril de 1887 en la ciudad de Tekax, Yucatán, México, en un domicilio ubicado entre las calles 50 y 52. Sus padres fueron un capitán del ejército originario de Michoacán de nombre Bernabé Hernández Palmerín el cual, por razones desconocidas, invirtió sus apellidos antes de casarse, y de doña Feliciana Pavía Herrera oriunda de Tekax. Sus primeros diez años de vida transcurrieron en Tekax hasta que en el año de 1897, su familia se trasladó a la capital del estado, Mérida. Posteriormente se fueron a radicar a la ciudad de México posiblemente hasta el año de 1922, cuando nuevamente se avecindó en la ciudad de Mérida, lugar donde permaneció hasta 1935, año en que retornó de nueva cuenta al Distrito Federal, donde viviría hasta la fecha de su muerte.

En cuanto a sus estudios, se sabe que inició el primer grado de medicina, carrera que pronto abandonaría para dedicarse de lleno a sus aspiraciones musicales. Se considera su primera creación la canción "Hay una Virgen" con versos de Lord Byron, los cuales musicalizó cuando apenas contaba con catorce años de edad. Dominaba varios instrumentos musicales, entre ellos la guitarra, los cuales aprendió de forma autodidacta, ya que nunca tuvo formación musical académica. Se ganó el aprecio de quienes le conocieron en vida por su carácter afable, además de su sencillez y modestia; acostumbraba vestir, por lo general de traje y sombrero.

En México, D.F., se desempeñó como inspector de espectáculos y laboró en la Secretaría de Comunicaciones. Combinaba su labor como compositor y trovador con las clases de guitarra, las cuales impartió hasta poco tiempo antes de su muerte en 1944.

Con respecto a sus canciones él mismo confesaba que solamente era autor de la música y que no sabía escribir poemas; pero se preciaba de saber elegirlos muy bien antes de proceder a musicalizarlos. Su producción musical fue abundante en número y en ritmos, pues lo mismo compuso valses que bambucos, claves, boleros, danzas y caprichos. Sin embargo el género que más explotó fue el bambuco.

Entre los bambucos de Palmerín podemos citar: “Las turbias olas”, con versos de Ermilo Padrón López; “El crucifijo”, con letra de Luis Rosado Vega, “Que entierren mi cuerpo” y “Las dos rosas”, con versos de José Esquivel Pren; “Semejanzas” con el poema de José I. Armida; “El rosal enfermo” con letra de Lázaro Sánchez Pinto; “Fuente serena” con texto de Arcadio Zentella; “Flores aladas” y novia envidiada”, con versos de Roberto Sarlat Corrales; “Claveles”, con letra de Manuel Machado Ruiz; “Cobarde”, con texto de José Díaz Bolio”, “Alburas de magnolias”, con poema de Juan Bautista Arrechedera; etc.

Otro género que cultivó con gran acierto fue la Danza y la que más satisfacciones y fama le dio fue sin duda alguna “Peregrina” (1923) tanto por la belleza de su letra y de su música como por haber estado ligada a la romántica historia entre el entonces Gobernador Yucateco Felipe Carrillo Puerto y la bella periodista norteamericana Alma Reed, corresponsal y enviada especial del rotativo “New York Times” a la ciudad de Mérida, Yucatán, México. Fue un amor malogrado por el artero asesinato del Gobernador Felipe Carrillo Puerto; pero su recuerdo perdura aún hasta nuestros días tomando tintes de leyenda y enmarcado por la belleza de esta canción. Es un poema musicalizado que subyuga a propios y extraños con una extraña fuerza que avasalla los sentimientos de quienes la escuchan.

NICOLAS URCELAY

Nicolás Urcelay Alonzo, (Yucatán, 20 de diciembre de 1919 - † Tampico, 1 de julio de 1959). Fue uno de los cantantes más importantes de México. También conocido como "El Caruso del Mayab.

Indudablemente, Nicolás Urcelay figura entre los más grandes tenores mexicanos del siglo XX. Pese a su prematura desaparición física, antes de cumplir los cuarenta años de edad, dejó un legado musical imperecedero en el terreno de la lírica popular latinoamericana. Su voz, bien timbrada, potente, aterciopelada, de sonido broncíneo en el registro medio, y ligero color oscuro, hace evocar al célebre tenor napolitano; por ello merece ser considerado “El Caruso del Mayab”. Nicolás Urcelay Alonzo nació el 20 de diciembre de 1919, en la ciudad de Mérida, Yucatán. Provenía de una familia acaudalada y de mucho abolengo dentro de la península. Sus padres fueron Nicolás Urcelay Ruiz y Sara Alonzo Góngora, y eran propietarios de grandes fincas henequeras, que heredó su madre. Fue en su ciudad natal donde cursó sus primeros estudios musicales, a la edad de 5 años. Pronto aprendió a leer y música y a tocar el piano, aunque, curiosamente, no tuvo inquietudes por estudiar canto. De hecho, sus estudios profesionales no estuvieron relacionados con la música sino más bien con la contabilidad, profesión que se vio obligado a ejercer años más tardes cuando emigró a la Capital en compañía de su madre. Durante la adolescencia perdió a su padre y dado que en el periodo cardenista (1934-1940) se dio impulso al reparto agrario, la finca de los Alonzo y Góngora fue una de las afectadas. En consecuencia, tal movimiento dejó sin bienes el futuro cantante y a doña Sarita Alonzo Góngora viuda de Urcelay, por lo que en 1939, emprendieron un viaje a la ciudad de México, para buscar nuevos horizontes.

Nicolás trabajó como empleado bancario, aunque sus dotes de cantante ya habían sido advertidas por sus nuevos amigos. Fueron ellos los que lo motivaron para que, a principios de 1940, concursara en la Hora de los Aficionados de la XEW. El caso es que Nicolás se puso nervioso y olvidó la letra de la canción “Mujer” de Agustín Lara, y naturalmente, fue descalificado (“le sonaron la campana”). Tal parecía que allí acababan las aspiraciones del joven yucateco que aunque poseía una voz bien timbrada no había desarrollado al máximo sus potencialidades vocales. A este tropiezo se sumó la muerte de su madre (que nunca pudo verlo convertido en figura del canto), de tal suerte que el joven Nicolás, a la edad de 20 años, súbitamente se encontró solo, desamparado, sin fortuna y lejos de las tierras del Mayab. No obstante, como reza el dicho “cuando más oscuro se ve, es que ya está a punto de amanecer”, y el meridense pudo sobreponerse a tantas adversidades para afrontar con valentía su destino. Era el heredero de Ricardo Palmerín, Guty Cárdenas y Ricardo López Méndez, entre otros excelsos músicos y poetas del Mayab, y no podía defraudar a la gran tradición de trovadores yucatecos.

RAMON ARMENGOD


VIEJA TROVA SANTIAGUERA


KALUS WUNDERLICH